Héctor Roberto Chavero, el inmortal Atahualpa Yupanqui,
escribió la canción “El arriero”, clásico tema que muestra un escenario oculto antes
de 1944. Al mismo tiempo, en época de Juan Domingo Perón, el presidente de
facto Edelmiro Farrell decreta el Estatuto de Peón de Campo.
El Decreto ley 28.169, del 8 de octubre de 1944, fue una
medida trascendente para la época porque tuvo gran impacto social. Aportó
salario mínimo, descanso dominical, vacaciones pagas, estabilidad, condiciones
de higiene, alojamiento, pago en moneda nacional y no en vales, entre otros
beneficios. Cuando Juan Perón llega a la presidencia, en enero del 46, ratifica
–meses después- el Estatuto del trabajador rural con la Ley 12.921.
Atahualpa escribió que “las penas y las vaquitas se van par
la misma senda. Las penas son de nosotros, las vaquitas son ajenas”. La figura
de la carne vacuna, el poderoso estanciero y el eterno dirigismo del Estado al
sector ganadero. En la estancia, los peones vivían casi en total servilismo; un
paternalismo propio de aquellos añejos años, pero que vuelven a reproducirse en
el tiempo.
“La tierra no debe ser un bien de renta, sino de trabajo”,
dijo Juan Perón, como una crítica a los hacendados. La esclavitud, aquella que
no se miraba, estuvo ausente –mínimamente- hasta el golpe militar de 1976; otra
vez, el sector dominante derogó el Estatuto del Peón y sancionó un régimen de
trabajo agrario. La conquista rural se desvaneció por aquellos uniformados que
trabajaban para los intereses de la Sociedad
Rural Argentina (SRA).
Contraste
“Este estatuto tiende a solucionar posiblemente uno de los
problemas más fundamentales de la política social argentina. La situación del
peón en el país es de extraordinario desmedro para los hombres que trabajan en
el campo”, dijo Juan Perón en conferencia de prensa, el 17 de noviembre de
1944. El Secretario de Trabajo apuntaba a la vida del trabajador rural y la situación
era peor que la esclavitud.
Los hacendados salieron al cruce, la SRA sostuvo que “el Estatuto
del Peón no hará más que sembrar el germen del desorden social, al inculcar en
la gente de limitada cultura aspiraciones irrealizables, y las que en muchos
casos pretenden colocar al jornalero sobre el mismo patrón, en comodidades y
remuneraciones”, escribió Adrián Murano en su libro El Agitador.
Atahualpa hablaba que las penas y las vaquitas van por la
misma senda; el ganado es ajeno y el dolor del peón. Una denuncia que se
inmortalizó en el cancionero popular argentino, incluso interpretada por el
grupo Divididos. En contrate, los hombres de SRA mencionaban al trabajador
rural como gente de cultura limitada. La lucha de dominantes y dominados; la
invisibilidad –lo oculto- del dolor y pobreza del jornalero campestre.
Insólito
Según Araceli Bellota, revista El Guardián Nº 12, en 1946,
el compositor Atahualpa Yupanqui fue encarcelado por apoyar a kollas de Jujuy y
Salta, en denominado –por la prensa- “El malón de la paz”. Estuvo preso seis
meses; luego, partió al exilio. Sin embargo, este dato no se menciona en el
sitio oficial del artista, en la página atahualpayupanqui.org.ar.
El escritor Marco Valko narró, en Los indios invisibles del
Malón de la Paz , que
los kollas tardaron tres meses en llegar a Buenos Aires para ver a Juan Perón.
La caravana quería contar en primera persona que sufrían despojos y ultrajes
por la tenencia de las tierras. El nuevo escenario del Estatuto del Peón y el
cambio en la política social, era un momento propicio para hacer escuchar la
voz de la pachamama.
Atahualpa, el compositor de la relación entre las penas y
las vaquitas, advirtió a los kollas de su estadía en la capital del país. El
hermano indígena fue golpeado y deportado en tren a la Puna ; volvieron al origen del
tormento sin respuesta del general.
El compositor escribió una carta larga en el diario La Hora : “Hermano kolla, te lo
advertí, hermano kolla”. El texto apoyó al nativo, pero valió el encierro al
celebre cantautor; después el exilio.
Una canción, el estatuto y el recordado malón silencioso son
signos de la historia. El poder tiende a invisibilizar al otro diferente: el
peón y el indígena. La sociedad dominante niega la realidad del distinto;
Atahualpa pagó con la cárcel por hacer visible una problemática.
Según el semiólogo francés Roland Barthes, la invisibilidad
consiste en negar el relato del otro; dejar al diferente afuera de los medios
de producción y circulación de la cultura o la información.
La invisibilidad, también, es negar el derecho a
comunicarse.
Crédito: Cancioneros.com.
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