Recuerdo la frase de mi madre: “El que escribe no se olvida”.
Pasan los años y siempre pienso en la enseñanza. Pero como olvidar a Peter, un
argentino que vivió en Vancouver, Canadá, y regresó a Mendoza. Solía contar una
anécdota para empresarios: “Llegamos al congreso y el disertante preguntó
cuántos trajeron agenda. Menos de la mitad levantó la mano”.
Escribir y tener agenda. Suele ser importante para los
negocios, los periodistas, políticos, en fin, para la vida. Sin embargo,
existen palabras que no anotamos.
Decir adiós puede ser liberador. Soltar un lazo emocional con el
pasado para vivir el presente.
Conozco tantas personas atadas a los recuerdos, viven con
tanto dolor. Cuando abrieron el corazón a Jesús, lograron desatar o destrabar
una amargura existencial. Tantos recuerdos invaden mi mente y son muchos los
testimonios.
El adiós es liberador si está motivado por el Señor, quien
ayuda desde el corazón para aceptar la partida, la pérdida. Jesús también
lloró.
Hoy puedes escribir adiós. Porque cuando se olvida en el Señor, se recuerda con amor.
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